En un tratamiento Reiki, el receptor cree tener un papel pasivo en la terapia. Personalmente, considero que es un encuentro único y muy dinámico, de tres energías: la energía del receptor o paciente, mi propia energía y Reiki. Tendido en la camilla, la persona adquiere una dignidad admirable.
Con la experiencia y la práctica diaria, la energía se libera del protocolo de las posiciones de tratamiento que vemos en los manuales de Reiki, ya no hay imitación ni repetición y las técnicas nacen del espíritu. Cada sesión es una oportunidad de crecimiento interior, no hay mejor entrenamiento espiritual que la sanación. Cuando tengo delante a alguien dispuesto a tratarse, tengo la oportunidad de participar en este descubrimiento maravilloso que es Reiki.
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